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Si alguien me hubiera dicho cuando tenía 20 años que a mis 70 estaría lleno de proyectos y con más ganas de vivir que nunca, le habría considerado loco o malintencionado. Entonces tenía claro que la vida creativa era una explosión de mi fuerza vital juvenil y que pasados los 50, si todo salía bien, podría vivir pacíficamente hasta el final con lo que habría logrado.
Llegar a 70 años no entraba en mis planes.
Ahora, frente a una realidad que no puedo negar ¡tengo 70 años! Me quedo totalmente asombrado por las energías que descubro a diario en mí y quiero celebrarlo… ¡con mi querido público de Es Claustre!
Además, esta sorprendente vitalidad me llega en un momento particularmente fecundo de mi vida creativa. Desde hace unos años siento que mi deseo atávico de provocar, el motor de todo mis espectáculos, tiene una profunda raíz existencial, pero no encontraba manera de sacarla del subconsciente. De repente, últimamente, esta intuición se ha racionalizado. Mis provocaciones son una manera de intensificar las emociones que el público vivía conmigo para transformar el acto teatral en un RITUAL.
Nuestra sociedad de consumo ha “banalizado” la cultura y se ha perdido el sentido profundo del ritual de la vida. Nos hemos empobrecido todos. Por eso, la misión número uno de cualquier artista hoy es volver a dar sacralidad al Arte. Obligar al espectador a salir de su cotidianidad y enfrentarse a un hecho transformador que da sentido a todo.
En el caso del Bufón que soy, significa aceptar que la Risa es una de las grandes fuerzas de la existencia y que nosotros, los que la provocamos, tenemos la inmensa responsabilidad de custodiarla.
En otras sociedades, la gente que asume estas responsabilidades frente a los misterios de la vida se llama chamán. A mis 70 años, acabo de aceptar esta responsabilidad.
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Si alguien me hubiera dicho cuando tenía 20 años que a mis 70 estaría lleno de proyectos y con más ganas de vivir que nunca, le habría considerado loco o malintencionado. Entonces tenía claro que la vida creativa era una explosión de mi fuerza vital juvenil y que pasados los 50, si todo salía bien, podría vivir pacíficamente hasta el final con lo que habría logrado.
Llegar a 70 años no entraba en mis planes.
Ahora, frente a una realidad que no puedo negar ¡tengo 70 años! Me quedo totalmente asombrado por las energías que descubro a diario en mí y quiero celebrarlo… ¡con mi querido público de Es Claustre!
Además, esta sorprendente vitalidad me llega en un momento particularmente fecundo de mi vida creativa. Desde hace unos años siento que mi deseo atávico de provocar, el motor de todo mis espectáculos, tiene una profunda raíz existencial, pero no encontraba manera de sacarla del subconsciente. De repente, últimamente, esta intuición se ha racionalizado. Mis provocaciones son una manera de intensificar las emociones que el público vivía conmigo para transformar el acto teatral en un RITUAL.
Nuestra sociedad de consumo ha “banalizado” la cultura y se ha perdido el sentido profundo del ritual de la vida. Nos hemos empobrecido todos. Por eso, la misión número uno de cualquier artista hoy es volver a dar sacralidad al Arte. Obligar al espectador a salir de su cotidianidad y enfrentarse a un hecho transformador que da sentido a todo.
En el caso del Bufón que soy, significa aceptar que la Risa es una de las grandes fuerzas de la existencia y que nosotros, los que la provocamos, tenemos la inmensa responsabilidad de custodiarla.
En otras sociedades, la gente que asume estas responsabilidades frente a los misterios de la vida se llama chamán. A mis 70 años, acabo de aceptar esta responsabilidad.
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